EN EL TIEMPO DE LA DANZA LA MIRADA NO CAMBIA

A nadie le importa si no puedes bailar bien.

Levántate y baila.

Los grandes bailadores son muy buenos por su pasión.

-Martha Graham-.

Ya no eran sus pies los que se movían cuando escuchaba aquel bolero de Ravel que sonaba en la rocolita de la abuela, su mirada también danzaba al ritmo del pájaro que se posaba en la ventana cada vez que la abuela encendía su día. Escuchaba con atención lo que la abuela le repetía todos los días: “El acto de danzar es único, indiscutible. Ningún otro lenguaje por afín que sea; podría sustituir ese lenguaje que es la danza”, era un verso de Sonia Sanoja que había leído en su libro Bajo el Signo de la danza, para ella encerraba lo más sublime de lo humano y lo usaba como pretexto para vivir danzando. Hoy, yo los veía bailar, como el pájaro, como la lluvia en el tejado, como ellos, de la mirada a la danza y de la danza a sus palabras. Era como verlos al aire libre, caminando, saltando, subiendo, bailando. Eran ellos, los ligeros quienes me enseñaron hoy a bailar con ritmo, con estilo, como si en cada uno de ellos oyera a Isadora Duncan decir: «Nací a la orilla del mar. Mi primera idea del movimiento Y de la danza me ha venido seguramente del ritmo de las olas». Era el tiempo de la danza que nos miraba para cambiarnos y hacernos gaviotas, mariposas, aves, peces, lunas, lluvias, ríos, olas, viento, pero sobre todo hacernos humanos.

Para mis estudiantes -ahora amigos- de Metodología de la investigación aplicada a la Danza de la II cohorte del Diplomado «Desarrollo de la Excelencia en la Pedagogía de la Danza» de la Universidad Centro Occidental Lisandro Alvarado, Decanato Experimental de Humanidades y Arte, quienes hicieron excelentes investigaciones en torno a la danza.

Julio, Aurelia, María Daniela, Yaneth, Margenys, Tomás, Melvis, Astrid, Tony, Andrea, Hiliana, Elvis, Barby, Ysis, Yerireth, Carmen, Mariel, Merlin, María Laura, Yusleidi, Luisana, Roselis, Elvis, Johana, Yexcelina, Antonella, Sharon. Emily... 

                                                                                                         

       Y a las Compañeras Eukaris y Carlota. 

No hay extensión más grande que el agradecimiento.

Florman Bello Forjonell